Filosofía (Entre Paréntesis), Reflexiones

“Él piensa, si tiene lugar”: ¿espacios y tiempos filosóficos en la infancia?

Magda Costa Carvalho

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La frase que citamos en el título es de Miguel. Cuando tenía 5 años, Miguel estaba respondiendo a la pregunta de un compañero sobre si un bebé piensa. ¡¿Piensa?!, nos preguntábamos con un grupo de un jardín de infancia en los Azores, durante una sesión de filosofía semanal. “Él piensa, si tiene lugar”, respondió Miguel sin grandes vacilaciones. Lo que Miguel todavía no sabía es que en su convicción comenzaba la maravilla de nuestras propias preguntas: ¿pensar es un acontecimiento condicionado? ¿Necesito tener un lugar para pensar? ¿No todas las personas tienen lugar en un aula? ¿Y tiempo? ¿Habrá tiempo para la filosofía en la infancia?

Filosofía en el jardín infantil

Lo que hoy se denomina “filosofía para niños” o “filosofía con niños” engloba un conjunto diversificado de prácticas y perspectivas sobre la confluencia, en diferentes espacios y épocas educativas, de la infancia con el pensamiento filosófico [1]. Habiendo comenzado como propuesta curricular, en los años 70 del siglo XX, con el trabajo de Matthew Lipman [2], Ann Sharp [3] y otros colaboradores del Institute for the Advancement of Philosophy for Children, en los Estados Unidos de América, el proyecto Filosofía para Niños ha sido traducido y adaptado en países como España, México o Australia. En otras partes del mundo, sin embargo, en lugar de una traducción y adaptación directa de la propuesta inicial norteamericana, surgieron lecturas críticas que permitieron ampliar el alcance de la idea de llevar la filosofía a la educación básica. Estas lecturas contribuyeron para que el enfoque formativo y metodológico para promover las habilidades de pensamiento lógico diese lugar a un movimiento más amplio e, incluso, a un campo disciplinar compuesto por diferentes técnicas, estrategias y presupuestos teóricos [4].

Una de las propuestas constitutivas de este movimiento de filosofía para/con niños* defiende que la práctica filosófica con niñas debe partir de obras de literatura infantil, rechazando un currículo creado específicamente para tal fin [5]. Se considera que el carácter disruptivo de la literatura puede potenciar reflexiones y, sobre todo, preguntas pertinentes sobre la existencia humana y todo aquello que, en ella, puede maravillar e inquietar en la infancia.

En algunos países de América Latina, como Argentina y Brasil, otras propuestas llegaron a fundar la reunión de la filosofía y la infancia en un concepto de experiencia en deuda con autores posmodernos como Michel Foucault y Gilles Deleuze (y no tanto con John Dewey y los pragmatistas estadounidenses), como una reconfiguración de los significados de nuestras prácticas y el surgimiento de nuevas formas de ser afectados por los acontecimientos [6]. Negándose a presentar el pensamiento de los filósofos, ya hecho, para el diálogo como si fueran modelos (in)formadores de ciertas representaciones de lo que significa pensar bien, se trata de celebrar una experiencia filosófica del pensamiento como invención de preguntas y creación permanente e inagotable de sentidos. Por tanto, el desafío es brindar espacios educativos y tiempos propicios para el encuentro entre infancia y pensamiento: encuentros en los que las niñas experimenten la apertura a múltiples sentidos de un mundo que siempre está por hacer. Estos son, ciertamente, encuentros desafiantes de lo establecido, lo previsto, lo planeado. Y, por supuesto, exigen de las educadoras adultas la aceptación del riesgo de abrir la puerta a lo nuevo, a lo inesperado… pero, al fin y al cabo, ¿quién mejor que los niños para acoger lo imprevisible?

Lugares de voz, lugares de pensamiento

El desafío de abandonar las perspectivas formadoras, futuristas y adultistas de la educación requiere deconstruir algunos cimientos sobre los que apoyamos nuestras actitudes y posturas dentro del aula y, en general, en la escuela. Requiere empezar una y otra vez, cuestionarnos qué hacemos, por qué lo hacemos y, sobre todo, cómo escogemos hacerlo. Cuando la filosofía opta por esta vía, cuando defiende que su llegada a la escuela sólo puede entenderse aceptando el riesgo de lo imprevisible, es porque considera que esta es la única posibilidad de garantizar aquello que Miguel llamaba de lugar para el pensamiento.

Así que volvamos a la respuesta de Miguel. Su frase irrumpió en el diálogo como un desafío. A la pregunta «¿piensan los bebés?» Miguel no respondía con el esperado “sí, porque…” o “no, porque…”, sino que desafiaba a la comunidad con la irrupción de sus 5 palabritas: Él piensa, si tiene lugar. La más llamativa de todas ellas será también la más pequeña: “si”. Parece innegable que el bebé piensa. Miguel no duda al respecto. Pero la convicción que le lleva hasta aquí se extiende a la afirmación de que el ejercicio del pensamiento no depende únicamente del pensador. Hay condiciones. Es preciso algo externo. Un lugar.

Los lugares son diferentes a los espacios. El espacio es una categoría próxima de la matematización de lo real, pasible de ubicación objetiva, con coordenadas y métricas específicas. Hay lugares donde podemos hacer esta lectura localizada, pero también podemos saltar más allá de ella y asumir configuraciones irreales, imaginarias, imposibles. Como las utopías, lugares de no lugar [7].

Entonces, ¿qué podemos pensar cuando escuchamos que necesitamos un lugar para el pensamiento? Primero, la frase de Miguel puede significar que es necesario crear un espacio curricular para la filosofía en las escuelas: en las guarderías, jardines de infancia y en toda la educación básica. Pero nos parece más audaz y provocativa. Ella nos habla de espacios escolares, pero también resuena a tiempos educativos. Si podemos pensar en un lugar como un espacio singularizado por las relaciones temporales que acoge [8], entonces, decir que es preciso un lugar para pensar significa que el pensamiento vive de una disponibilidad, que depende del cruce de espacios abiertos por tiempo de acogimiento.

Es sólo en la etimología donde «infante» es aquel que no habla. Quien quiera que trabaje con niñas es consciente de que no solo hablan, sino que también se expresan de las formas más variadas y creativas. Así que no tiene ningún sentido decir que en la filosofía – así como en cualquier otro momento de la escuela – «damos voz» a los niños. Ya la tienen. La voz y el pensamiento, que tal vez ni siquiera sean cosas diferentes. Solo que como muy bien nos recordó Miguel, ni esta voz ni este pensamiento se hacen visibles tanto como sería importante.

Aceptar el lugar del pensamiento filosófico infantil es aceptar el lugar del pensamiento infantil de la filosofía. Transformar los espacios y los tiempos educativos para que todas las voces y todos los pensamientos hablen desde la imprevisibilidad que permite, cada día, reinventar una/la escuela. No se trata de acercar el pensamiento de los niños a lo que piensan los adultos, sino de permitir que todas desaprendan lo necesario para que realmente puedan comenzar de nuevo. Balbuceando, como se quiere en cualquier comienzo. Al final, todos pensamos, si tenemos un lugar.

Referencias

[1] Costa Carvalho, M. (2020). Filosofia para crianças: A (im)possibilidade de lhe chamar outras coisas. NEFI Edições.

[2] Lipman, M. (2003). Thinking in Education. Cambridge University Press.

[3] Gregory, M., & Laverty, M. (2018). In community of inquiry with Ann Sharp. Routledge.

[4] Vansieleghem, N., & Kennedy, D. (2011). What is Philosophy for Children, What is Philosophy with Children—After Matthew Lipman? Journal of Philosophy of Education, 45(2), 171-182.

[5] Murris, K., & Haynes, J. (2000). Storywise. Thinking Through Stories. DialogueWorks.

[6] Lopez, M. (2006). “Filosofía con niños”: Crónica de uma feliz confusión em torno del concepto de experiencia. In W. Kohan (Ed.), Teoría y prática em filosofía. Ediciones Novedades Educativas.

[7] Foucault, M. (1986). “Of Other Spaces”, Diacritics, 16(1), 22-27.

[8] Ferraro, G. (2018). A escola dos sentimentos. da alfabetização das emoções à educação afetiva. NEFI Edições.

* Hoy en día la designación “filosofía para/con niños y niñas” (en inglés “philosophy for/with children”) es asumida internacionalmente, en un esfuerzo de aproximación de las diferentes propuestas. Es el caso del organismo que congrega el mayor número de especialistas y practicantes de filosofía en la infancia, el ICPIC: International Council of Philosophical Inquiry with Children (https://www.icpic.org/).

** Traducido al español por José María Taramona Trigoso.