La situación de emergencia que vivimos a nivel mundial, específicamente en el Perú, ha supuesto una serie de cambios no menores en nuestras vidas. En el campo educativo en particular, la participación activa de toda la comunidad educativa: padres, madres, estudiantes, maestras y maestros, se torna importante. Asimismo, el espacio del aula, típicamente de encuentro presencial, es ahora un lugar de reunión virtual. Ello -sin duda- pone en cuestión diversos procesos y formas propios de la escuela, dada la centralidad del aula como espacio privilegiado para la educación escolar, ¿cómo afrontar esta nueva espacialidad desde la escuela?
Ante esta interrogante, creemos propicio traer a reflexión la autonomía, un aspecto clave de nuestra propuesta pedagógica que permite a los estudiantes afrontar estos y más cambios, a través del desarrollo de la capacidad para ubicarse y actuar en un mundo cambiante, así como generar oportunidades para el acceso a responsabilidades dentro de la vida social1. Ello implica reconocer la importancia del factor colectivo para su desarrollo; es decir, la interacción en el diálogo y en el ponerse de acuerdo2, para lo cual es importante que niños y niñas puedan realizar ejercicios cotidianos de tomar decisiones y asumir la responsabilidad que deriva de ellas. De esta manera, la formación de la autonomía es vista como un derecho a reconocer y no como un objetivo a alcanzar3.
Esta propuesta tiene su fundamento en una serie ideas trabajadas desde la filosofía cuyo principio se sostiene en idea de la autonomía como el gobierno de sí mismo4. Con el tiempo, diversos filósofos han ayudado a enriquecer este concepto, tomando en cuenta, en primer lugar, el factor colectivo que posibilita toda autonomía: reconocer a los otros y participar de la vida social, asumiendo las responsabilidades correspondientes5. En segundo lugar, el vínculo entre la autonomía, el cuerpo y la emoción6, particularmente el amor como aquello que posibilita la unión del individuo con los otros sin tener por consecuencia la eliminación de la individualidad7. Por último, su relación con la autorrealización, en tanto la autonomía no se reduce a la capacidad de actuar correctamente, sino de desarrollarnos plenamente a nivel personal8. De este modo, la autonomía se vincula no solo a la capacidad de decidir y hacer sentido por uno mismo, sino de reflexionar críticamente sobre nuestros valores y nuestra relación con los otros, reconociéndolos como condición de nuestra libertad y autorrealización.
Como decíamos, la autonomía es una preocupación constante en nuestra propuesta pedagógica. Podríamos pensar las reuniones de convivencia y las asambleas de estudiantes como espacios de participación democrática para el dialogar, disentir y ponerse de acuerdo en torno a decisiones que afectan la vida en la comunidad escolar. Por otro lado, espacios como los sectores de exploración, donde los niños y niñas desde inicial tienen acceso a distintos contextos con variedades temáticas y de materiales, para elegir y desarrollar un tema de su interés. De la misma manera, los proyectos de investigación permiten a los y las estudiantes seleccionar un fenómeno o problema que los afecte o motive personalmente, para indagar a través de preguntas y estudiarlo a profundidad. O acaso, también, podríamos pensar en la oportunidad que tienen desde pequeños y pequeñas para elegir progresivamente entre una variedad de talleres de arte, deporte, humanidades y ciencias. Son estos espacios y otras muchas experiencias particulares en las clases, actividades permanentes, viajes de estudios, entre otros, donde se pone en juego la autonomía. Ahora, cabe preguntarse, ¿cuál es la relevancia de la autonomía en estos tiempos de educación virtual?
Un aspecto importante tiene que ver con el ámbito académico: dada la distancia, se requiere un cierto nivel de autonomía para llevar a cabo un trabajo con menos monitoreo directo. En tanto las maestras y los maestros no se encuentran en el mismo espacio físico y contamos con la presencia de nuevos elementos digitales que pueden resultar distractores, los estudiantes necesitan regularse para dividir adecuadamente su atención entre las actividades de clase propuestas, ellos mismos y todo lo que sucede en sus casas. Además, hay una importante cantidad de trabajo independiente, asincrónico, para el cual necesitan organizar su tiempo y esfuerzo por sí solos.
Por otro lado, la autonomía es importante para reflexionar críticamente sobre la situación, lo que cada uno está haciendo, cómo afecta sus decisiones, así como su relación con los otros. Consideramos que la importancia de la autonomía va más allá del plano estrictamente académico, por lo que resaltamos su papel ético. En ese sentido, la autonomía permite a las estudiantes asumir su responsabilidad ante la situación -la crisis por el COVID-19 y sus consecuencias en el plano educativo y personal, los cambios a los cuales tienen que adaptarse-. Así, serán capaces de discriminar la información que reciben, ser empáticos y solidarios con la situación de los otros. De este modo, la autonomía no se restringe al plano educativo, la situación actual demanda una serie de responsabilidades nuevas en la casa y se presenta como ocasión propicia para que padres y madres puedan participar de este proceso, promoviendo la toma de acuerdos para la convivencia familiar y compromisos para involucrar a los chicos y chicas en tareas de la casa. Como escribimos líneas arriba, la autonomía se desarrolla en el ejercicio cotidiano de problematización y toma de decisiones en contextos reales. Precisamente, este contexto demanda este ejercicio, con consecuencias que evidencian el grado de responsabilidad exigido por la autonomía.
No creemos que una autonomía plena sea requisito para enfrentar este cambio de modalidad. Al contrario, creemos que este también puede ser tomado como una oportunidad. Sabemos que los y las estudiantes están afrontando este proceso con diferentes grados base de autonomía y por eso para algunos y algunas el cambio resultará más fácil que para otros. Tenemos que entender que el desarrollo de la autonomía es un proceso que, más allá del contexto de virtualidad transitoria que estamos pasando, debe ser atendido en todos los niveles y espacios de la escuela y la familia. Ahora, más que nunca, tenemos la convicción de apostar por una pedagogía de la autonomía.
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Notas:
- Le Boulch 1984: 18.
- Rinaldi 2006: 7.
- Freire 1997: 58, 90; Rinaldi 2006: 50; Edwards y otros 1998: 81.
- Kant 2012: A87.
- Hegel 1999: § 7, 85; Scheler 2001: 644, 646; Fromm 2005: 311.
- Husserl 1991: §§ 28 y 47, 112, 169-170.
- Fromm 2005: 298-299.
- Fromm 2005: 295.
Bibliografía:
Edwards, Carolyn, Gandini, Leila y George Forman (eds). 1998. The Hundred Languages of Children. The Reggio Emilia Approach—Advanced Reflections. Connecticut/ Londres: Ablex.
Freire, Paulo. 1997. Pedagogía de la autonomía. Madrid: Siglo XXI.
Fromm, Erich. 2005. El miedo a la libertad. Buenos Aires: Paidós.
Hegel, G. W. 1999. Principios de la Filosofía del derecho. Barcelona: Edhasa.
Husserl, Edmund. 1991. La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental. Barcelona: Crítica.
Kant, Immanuel. 2012. Fundamentación para una metafísica de las costumbres. Madrid: Alianza Editorial.
1989. La metafísica de las costumbres. Madrid: Tecnos.
Kinney, Linda y Pat Wharton. 2008. An Encounter with Reggio Emilia. Londres/Nueva York: Routledge.
Le Boulch, Jean. 1984. La educación por el movimiento en la edad escolar. Buenos Aires: Paidós.
Rinaldi, Carolina. 2006. In Dialogue with Reggio Emilia. Londres/Nueva York: Routledge.
Vecchi, Vea. 2010. Art and Creativity in Reggio Emilia. Londres/Nueva York: Routledge.