Filosofía (Entre Paréntesis), Reflexiones

¿En qué lengua (se) habla (en) la escuela? Notas incompletas

José María Taramona Trigoso

Hacer referencia a la lengua remite casi ineludiblemente a un aspecto constituyente de la vida de las personas. Incluso, el mismo ejercicio de pensar sobre la lengua nos inserta indefectiblemente en ella. ¿Podemos, acaso, pensarnos fuera del lenguaje?

En el caso de la escuela, hablar sobre la lengua nos puede llevar rápidamente a pensar en aquellas materias que la estudian, dígase Comunicación (integral), Lenguaje, Lengua y literatura, Literariedad o sea cual fuera la etiqueta de turno. Es cierto, quizás sea el locus por excelencia de la lengua en la escuela, pero, de ninguna manera, el único. ¿Podríamos concebir las demás materias como Historia, Filosofía, Geografía o, aún, Ciencia sin la existencia del lenguaje? ¿Acaso Aritmética, Álgebra y Geometría  escapan del velo del lenguaje? Y así, incluso, podríamos nombrar otras materias usualmente relegadas que, me atrevería a afirmar, también están inundadas por el lenguaje, de una u otra manera. Pero, me gustaría ir más allá aún, el lenguaje atraviesa las materias escolares, sí, mas no solo. Podemos toparnos con el lenguaje ahí en los pasillos, en el patio, en el auditorio, etc, etc. Hay quien dice que nos movemos en el lenguaje como un pez en el agua y no como nadadores. El nadador puede salir y entrar del agua cuando quiera, el pez no. Ahí estamos entonces, zambullidos en el mar de la lengua. Toda la rutina escolar está repleta de escenas mediadas por la lengua: conversaciones informales, exposiciones, ejercicios de escritura de toda índole, problemas matemáticos, lecturas más o menos obligatorias y más. Pero, cabe preguntarse, tomando el impulso de Larrosa: ¿en qué lengua (se) habla (en) la escuela?

Puede parecer una pregunta sumamente estúpida, cuya respuesta dependería nada más del lugar en el que está situada tal o cual escuela a la que hacemos referencia. Sí, y no. Aunque la pregunta puede parecer que hace referencia al idioma, español, inglés o cualquier otro, en realidad, es un ejercicio para pensar la idea de que hay muchas lenguas en una misma lengua, diferentes formas de hablar, de ejercer el lenguaje, de experimentar y relacionarse con la lengua.

Podríamos pensar, por ejemplo, en qué tipo de relaciones pone en juego el lenguaje entre quienes lo ejercen. A veces, es a partir de la lengua que se materializan y mantienen desigualdades entre uno y otro interlocutor. ¿Hay interlocutores? ¿Quien habla escucha? Esas veces, se dibuja un abismo insondable entre docente y estudiante, adulta y niña, emisora y receptora. La lengua es cómplice. Es la lengua del consenso, de la autoridad que no escucha.

Otras veces, la lengua se ve sometida a la cuadrícula de lo que debería ser, de la rigidez de las formas canónicas, de la uniformidad, de la mismidad. Esas veces, la lengua solo puede ser una, solo hay un modo de hablar, un modo de decir, un modo de escribir, un modo de hacer. Es la lengua de los algoritmos y las fórmulas únicas.

Y así podríamos pensar otras imágenes donde la lengua pareciera perder su potencia, donde se vuelve inerte y pasa a ser nada más que un instrumento para la comunicación. ¿Dónde está la experiencia de la lengua en la escuela? ¿Qué relaciones se crean con la lengua ahí? ¿Cómo podemos pensar una lengua de la escuela que sea nuestra, de todas y todos, pero de cada cual?

Bibliografía

Larrosa, Jorge. 2008. Una lengua para la conversación, en Masschelein, Jan y Maarten Simons (eds.). Mensajes E-ducativos desde tierra de nadie. Barcelona: Laertes, 45-56.

Rodari, Gianni. 2017. Escuela de fantasía. Barcelona: Blackie Books.