Ray Uribe
¿Cuál es el valor que le das a la educación? Siempre intentamos justificar los males que arraiga nuestra sociedad con la falta de educación y muchas veces cae de madura la frase “la educación viene de casa». ¿Cuál es el trasfondo real de esta frase? ¿Realmente creemos que la educación de un individuo solo se remite a lo que en casa se atribuye como “valores”? ¿No podríamos decir que los padres tienen también una educación paternalista que se hereda como un mal congénito y que se cristaliza en la educación que recibimos? donde el padre es la máxima “autoridad” en un hogar anulando muchas veces la razón y opinión de los demás.
La realidad de nuestra educación se asemeja a una planta cuya raíz está debilitada: una planta hermosa en cuyas raíces no están los nutrientes requeridos, como cuando elegimos mal la tierra donde se sembrará esta planta. Así de complicada es la realidad de nuestra educación: hace el intento de verse bonita, pero sabemos que sin una buena tierra, unos buenos nutrientes y el cuidado necesario esta planta no crecerá ni brotará (y, lo peor, es que no dará frutos).
Si recordamos un poco nuestra infancia, podremos decir que muchas veces (¡muchas!) no hemos querido ir al colegio, o no hemos prestado atención al profesor o profesora que llevaba la clase porque no nos interesaba lo que realmente ella con tanta dedicación había preparado para nosotros. Entonces, mi pregunta es la siguiente: ¿cómo valora la educación un niño? Para este infante, que tiene el juego como su mejor aliado, seguramente será más valioso jugar que estudiar. En cambio, la gran mayoría de adultos creen que jugar es descuidar los estudios, sin tener en cuenta que muchos de los aprendizajes más valiosos en un niño se dan mediante el juego. Lo que un niño recibe como educación dentro y fuera de casa presenta un equilibrio entre los valores morales, los conocimientos, el disfrute y, sobre todo, el juego. Así, tratar de quitarle valor al juego y dárselo a las otras capacidades es restarle valor a toda la educación en su conjunto. Nuevamente, pienso que un niño valorará la educación en tanto tengan la libertad de jugar y divertirse construyendo sus propios aprendizajes dentro de estos espacios.
Todo lo mencionado me lleva a pensar sobre cómo esta mirada que le doy a la educación se transforma cada vez más con el tiempo y se divide en etapas que también influyen en la madurez del ser humano. Por lo mismo, reflexiono: ¿la educación es un valor que varía según el tiempo? Nos hablan mucho de la educación en la primera infancia, fundamental para el desarrollo cognitivo del niño en sus primeros años. Posteriormente se presenta la segunda infancia, donde se afianzan los avances de aprendizajes y se prepara para la educación secundaria, donde interviene el crecimiento en todos los sentidos y muchas veces subestimamos al concepto de lo «hormonal». Luego, la preparación para la educación superior, que supone una carga o presión sobre la idea de imaginarse ingresando a una universidad, donde los procesos de aprendizaje son mucho más independientes (y hasta individualistas), para luego graduarse y salir a la “cancha”. ¿Por qué no encontrar un punto en donde todo esto pueda tener el mismo peso en todas las edades y procesos?
Si bien los contextos y representaciones son distintas en cada individuo, que una persona logre sus objetivos a los 25 y otro a los 35 años no nos dice nada: ambos pasaron por diferentes procesos educativos pero la meta lograda y la emoción, quizás, sean las mismas. El tiempo no siempre es un tirano, solo se convierte en tal si nosotros se lo permitimos. Muchas veces quemamos etapas adelantando procesos bajo una exigencia que solo está construida por artefactos productivos creados por empresas o potencias educativas que manejan estándares que no ven el lado emocional. Por ejemplo, esto nos conlleva a sentir que no conseguimos algunos logros en los tiempos “establecidos”, o podemos recordar la frustración de un padre porque su hijo de 6 años “aún no sabe leer”. Aquí sostengo que no podemos dejar que nuestra educación sea construida para cumplir tiempos exactos sin respetar las capacidades de cada ser humano.
¿Acaso la educación se devalúa?
Si la educación se midiera en monedas, ¿cómo podríamos calcular el el valor de la primaria, de la secundaria, o del repetir un año? (Si los llevas más veces vale doble y, además, eres un experto en esa materia o año). Además de eso, si estudias distintas carreras, ¿tu educación es más valiosa que la que estudio solo una? Y si no estudias nada, pero eres de la Universidad de La Calle, ¿qué tipo de valor tiene tu educación?
Por otro lado, cada vez que un adolecente piensa en estudiar la carrera de Educación se cruza con muchas limitaciones y estereotipos: factores que van desde lo económico hasta dudas acerca de su capacidad intelectual. Mi reflexión va de la mano con las pocas oportunidades laborales existentes y justamente remuneradas que existen en el mercado. Ahora, si le queremos dar una mirada diferente, para mí es una de las mejores carreras que puede existir en el sistema educativo superior, al lado de la Medicina y algunas de Ingeniería. Los docentes no solo forman a personas según la experiencia y conocimiento que tienen: la carrera de Educación es una carrera que marca un principio y un final luego del encuentro en las aulas
¿La docencia es una vocación infravalorada?
¿Los niñ@s son el futuro de la sociedad?
¿Qué vale más?, ¿un ser educado o un ser sin educación?
La idea es preguntarse siempre los escenarios por los que pasa la educación en el país para encontrar en estas preguntas e inquietudes que te permitan no perder la esperanza de una escuela en movimiento.